DISCURSO DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE EN EL RECONOCIMIENTO A ANTONIO MUÑOZ BORRERO
“Supe de la existencia de Manuel Antonio Muñoz Borrero hace pocos meses, con ocasión del evento dedicado a la recordación del Holocausto. En ese acto, tuve el honor de resaltar su memoria y, debo confesar, lo hice con orgullo. Orgullo de que mi país tuviera un representante de los valores morales y humanos en uno de los momentos más inmorales e inhumanos que se han dado en la historia contemporánea.
Sostuve entonces, y lo repito ahora, que los holocaustos tienen que ser recordados porque no hemos aprendido de la historia. Todavía asistimos a discriminaciones en el mismo planeta que los condena: hay marginaciones porque son de otro sexo o de otro color de piel, hay marginaciones porque no hablan el mismo idioma o no creen en el mismo dios, y –peor aún- porque no tienen las mismas capacidades. Esos también son holocaustos diarios que, a fuerza de repetirse, se están invisibilizando.
Es extraña la naturaleza humana. Pitágoras de Samos decía: “Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón.” Creo, quiero seguir creyendo, que todos nacemos solidarios, amables, generosos.
Sin embargo, hay momentos en los que se genera una tendencia masiva a la violencia que nos desvía de ese carácter primigenio humanista. Los que no están en esa masa, en cambio, se vuelven simples espectadores.
En el caso del holocausto judío, la frase de Einstein es una conmovedora exhortación: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”
Parece que la actitud más común entre los diplomáticos, los extranjeros, los no judíos, fue la inacción que –en estos casos- se acerca peligrosamente a la complicidad.
Sin embargo, como bien dice este impresionante Museo “hubo una pequeña minoría que supo desplegar un extraordinario coraje para mantener los valores humanos en pie”.
Muchos nos preguntamos ¿Qué factor hizo que tantas personas actuaran de otra manera? ¿Qué es lo que libera en el ser humano su generosidad y valentía?
Bien hacen ustedes en llamar “Justos” a aquellas personas que deciden ayudar, salvar o proteger a los otros, a los distintos por raza o por religión, pero iguales por humanos.
Por eso, celebro que mantengan una política de reconocimiento a esas luces en tiempos de tinieblas. Hay que recordar el mal para no repetirlo, pero es más importante recordar el bien como formación a las generaciones que vienen.
Si traemos este tema al presente y a otras realidades, se vuelven símbolos que debemos seguir. No podemos ni debemos mantenernos callados ante la injusticia, no podemos permitir un minuto más de invisibilización de los maltratados u olvidados.
Las actitudes de los Justos entre las Naciones pueden llevar muchos nombres y calificativos, pero hay uno que resume bien: se trata de Solidaridad; el sentimiento más noble que tiene un ser humano.
La máxima judía obtenida del Talmud y que cobija este reconocimiento de Justo entre las Naciones: “aquel que salva una sola vida, salva un universo entero” resume bien los alcances inimaginables de la Solidaridad.
El justo, el solidario, no se detiene a pensar en las consecuencias de su actitud. Muñoz Borrero desacató, en buena hora, las instrucciones de su gobierno. Salvó 702 hermanos judíos, pero perdió su trabajo y su matrimonio.
El justo, el solidario, sabe que no hay orden que valga cuando de amar al prójimo se trata.
La solidaridad no tiene raza, religión ni condición, sino la convicción de que más vale dar que recibir.
¡Qué estimulante es saber que el número de Justos entre las Naciones sigue creciendo! ¡Qué alentador constatar que los justos anónimos siguen siendo innumerables!
Les pido que difundan en todo el planeta esas historias de vida. Las necesitamos para aprender de ellas y para enseñar sobre ellas, porque tengo la esperanza de que “aquel justo que se reconoce, se reproduce en el universo entero”.
Amigas, amigos