DISCURSO DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE EN CEREMONIA DE HOMENAJE A JORGE SALVADOR LARA
Quito, 28 de marzo de 2011
“Un día, oí decir que fulano de tal era muy importante, porque es hijo de calle y nieto de estatua, qué diremos de don Jorge Salvador Lara, sobrino nieto de Belisario Peña, del Obispo Yerovi y de la esposa de Arroyo del Río. Pero por increíble que parezca, ¡biznieto del San José de Rafael Salas, que está en la Catedral!
Difícil de descifrar, pero un juego de niños, si lo hubieran oído de labios de Jorge. Y es que hablar con Salvador Lara es escuchar el relato más fascinante de cualquier etapa de la historia, de cualquier lugar del mundo. Más que cronista de Quito, parece un cronista del planeta. De él aprendí que la profesión más antigua del mundo no es la que ustedes se imaginan, sino la del panadero. Y lo supe cuando me relataba, con precisión de detalles, cómo era la artesa de amasar, y a qué hora del día empezaba y terminaba la profesión.
Se dice que debemos aprender de la historia. En el caso de Jorge, la historia fue su compañero y cómplice desde tierna edad. Cuando todos los pequeños de Quito se burlaban del uniforme de gala de escuela elemental Borja Yerovi –mezcla de frac y esmoquin con gorra de visera- él encontró soporte en su conocimiento del pasado: Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, Augusto Arias, Jorge Icaza, Galo Plaza y Camilo Ponce, los habían lucido antes que él, y eso fue motivo de orgullo para el naciente historiador, que no se amilanó ante la mofa.
Sus relatos son tan vívidos, que puedo decir que ya soy amigo del “Gringo Pobre”, y del “Diablo Ocioso”. Casi puedo asegurar que he escuchado gritar al “Sahumerio”. De Jorge hemos aprendido que los detalles son los que hacen no solo la vida diaria sino la pequeña historia (petite histoire), de la cual parecería ser el inventor.
Que no nos engañe su blanca barba: tiene el ímpetu juvenil de la investigación, y una incontenible emoción al relatar importantes momentos de la historia nacional o barrial. Pero que tampoco les engañe esa juventud: Jorge es poseedor de la prudencia, que solo da la buena experiencia.
Hay un Jorge Salvador Lara orador. Desde chiquito le apodaron “Loro” en el colegio. Hay un Jorge ascensionista que, junto a Juan Larrea Holguín, subía al Pichincha para admirar a su amada Quito.
Me gusta mucho su faceta de contrapunteador, porque desbarataba a los enemigos políticos hasta el punto que un general, al perder los argumentos, lo tildara de “comunista de derecha”.
De su papel de padre, nos ha dado buenos funcionarios y grandes amigos, como mi querida compañera de campaña y gobierno, María Isabel.
Con tanto conocimiento, y con puestos tan altos desempeñados, como diputado, profesor, catedrático, ministro, canciller o embajador (además amanuense, periodista, editorialista, voceador y caricaturista), pudo haberse convertido en un cascarrabias, todo lo contrario: tiene esa paz interna que solo puede atribuirse a su férrea espiritualidad.
Dicen que casi se nos hizo médico, pero Aurelio Espinosa Pólit lo convenció de estudiar Derecho. Y aunque estuvo cerca de hacérsenos para siempre político, la historia y la cultura le demostraron ser más fieles y cariñosas. Enhorabuena, querido Jorge, nosotros salimos ganando.
Esa es su faceta más bella, porque convirtió cada instante de su vida, en una suerte de fotografía instantánea de la historia de Quito. Pregúntenle sobre la esquina tal o la casa cual, y Jorge se prolongará en su relato de infancia o adolescencia, matizado con genealogías y detalles históricos, sin escatimar colores, olores y sonidos. Al final de la contestación, les quedará un deseo inmenso de sumergirse en la historia como solo él sabe hacerlo.
Quiero destacar dos grandes virtudes de Jorge Salvador Lara, imprescindibles para el quehacer científico y humano: se mantiene actualizado y es generoso con sus conocimientos.
Todos deberíamos conocer nuestro pasado, para comprender el presente, y enfrentar el futuro. Hay giros ecuatorianos que me gusta usar: Jorge Salvador Lara nos “da estudiando” la historia, y nos la entrega como “pan comido”. Es gracias a él que podemos entendernos y predecirnos.
Seres como tú, mi querido Jorge, son indispensables para formar a los que harán la historia.
No es éste el primer homenaje que recibes, y está lejos de ser el último. Nada más sensato que reconocer a nuestros maestros, honrándoles con un abrazo de gratitud y un saludo de admiración.
Para Jorge Salvador Lara, la historia es como esa vieja prenda de vestir, de la que no nos despegamos: la conoce, le da vuelta, la lava, la dobla, guarda; se ponte, se quita, le cobija, le acompaña. Debió zurcirla varias veces y otras tantas remozarla. Se quieren tanto que hasta han llegado a parecerse, y ya no se sabe quién es el dueño de quién.
Gracias por todo lo que nos brindas y enseñas, estimado Jorge. Al buen uso que le das a la historia, se suma que eres nuestro gran cronista de la pequeña historia
Amigas, amigos”