DISCURSO DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE EN EL FORO INTERNACIONAL DE PARTIDOS POLÍTICOS LATINOAMERICANOS
Quito, 11 de noviembre, 2.010
«He leído con detenimiento la convocatoria a este importante Foro y celebro, con mucha expectativa, no solo la iniciativa de la reunión sino los temas y las inquietudes planteadas inicialmente.
La derecha se ha desgañitado pregonando el fin de las ideologías. ¡De ninguna manera! Basta recorrer el mapa de nuestro continente para demostrar que el siglo XXI se abre con el triunfo de gobiernos claramente revolucionarios en unos casos, o pueblos decididamente participativos en otros.
No son las ideologías las que están en crisis, sino el neoliberalismo.
El consenso de Washington ha fracasado estrepitosamente. Sus políticas de ajuste y reorientación del gasto público solo consiguieron aumentar los índices de pobreza.
Y ahora, son precisamente las ideologías –evidenciadas en nuestros partidos- las que tienen que hacer frente a problemas que compartimos todos, como la pobreza, la inequidad, la concentración de la riqueza; y a temas que debemos discutir como las armas nucleares y –sobre todo- la paz, con propuestas innovadoras y proactivas.
Una problemática común exige una propuesta común de solución, por lo que celebro este encuentro ya que resulta evidente que, ahora, la izquierda fomenta una integración paritaria y equitativa. Hemos saludado la UNASUR y el ALBA. Ahora saludo encuentros como éste, porque crean una plataforma continental de reflexión.
Tenemos que fortalecer nuestros partidos de izquierda porque tenemos que hacer frente a la arremetida de las organizaciones de derecha que pretenden desconocer, desprestigiar y desacreditar los avances que se han logrado, a través de distintas organizaciones nacionales e internacionales, creadas a propósito para eso.
Desde el consenso de Washington hasta esta desacreditación, las organizaciones por ellos creadas se han inmiscuido en nuestras políticas con fines muy claros de provecho propio. Quiero contarles un caso vergonzoso pero ilustrativo de cómo operaban: los organismos como el BID o el Banco Mundial fueron contratados para levantar las estadísticas de las discapacidades. Según ellos, acogiendo una constante mundial (basada en sus cálculos) la población con discapacidad en el Ecuador ascendía al 12,14%.
Después de recorrer casa por casa, sin importar cuán difícil sea su acceso, podemos asegurar que ese dato no es real: en ningún caso llegaremos al 5% de discapacidad en el país.
Sus aspiraciones son muy claras: inflar una estadística para asegurarse su contratación futura y endeudamiento posterior. Poco les importó entregar al gobierno un dato irreal, que pudo truncar políticas de atención a los marginados entre los marginados.
Por ello, se impone, la necesidad de vigorizar el papel del Estado. Hemos demostrado que el mercado no es el único agente de desarrollo y mucho menos de equidad social. Todo lo contrario: ha aumentado la desigualdad, la inequidad y la exclusión.
Creemos que el Estado debe ser fuerte y vigoroso ya que necesitamos que intervenga decididamente para reducir las brechas heredadas, para crear rubros de inversión en vivienda, en proyectos sociales solidarios e inclusivos.
Las propuestas neoliberales nunca imaginaron que buscábamos una nueva sociedad en donde no se discrimine por alguna diferencia, visible o no. Que queremos mantener naciones multiétnicas y pluriculturales en donde el reconocimiento de la diversidad ( a todo nivel) es el cimento de cualquier riqueza.
Un Estado vigorizado genera nuevas relaciones con el ciudadano, que ya sabe demandar el cumplimiento de ciertas políticas públicas. Un Estado revolucionario no precariza la condición del trabajo humano.
Por ello, llamo a reconocer nuevos retos de las organizaciones de Izquierda, como aquél de enfrentar la globalización cultural, tecnológica, científica aprovechando esos avances para mejorar las condiciones de vida, pero afianzándonos en una herencia sabia y ancestral. Hay otro tipo de necesidades básicas insatisfechas como poder ejercer mi cultura en mi tierra de origen, o poder darme a entender en mi idioma, en mi propio país o respirar aire puro y tomar agua limpia.
El neoliberalismo soslayó el problema ecológico embelesado en números y tasas. Olvidó también la equidad y, cuando se percató de que nos íbamos de sus manos, reorientó el discurso con giros dizque de sociales.
¡Cuidado! El “post socialismo” puede estar trayendo nuevos capitalismos. No me cansaré de insistir a quienes entregamos ayudas técnicas que no nos agradezcan porque estamos cumpliendo con el deber de un Estado que entiende que el servicio es su obligación. Tampoco nos cansaremos de tratar al extranjero como hermano y compatriota del planeta, y de seguir impulsando, contra viento y marea, la ciudadanía universal.
Nuestro objetivo debe ser crear una sociedad solidaria, equitativa e inclusiva. Que la gobernabilidad no sea sino el que cada uno encuentre su trinchera de lucha para que nunca más se conculquen los derechos de nadie, por diferente que sea, por distinto que piense o por extrañas que nos parezcan sus creencias y costumbres.
Si al Consenso de Washington les siguió el Consenso de Santiago. Yo aspiraría que aquí salga el Consenso de Quito.
Compañeras, compañeros”