DISCURSO DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE EN LA CEREMONIA DEL TAÑIDO DE LA CAMPANA DE LA PAZ EN EL TEMPLETE DEL PARQUE «LA CAROLINA»
Martes, 23 de febrero de 2010
«Las campanas tienen mucho significado en nuestras ciudades. Sirven para llamar, para dar inicio a algún acto, para comunicar noticias, para dar la señal de alarma. Poco a poco, se circunscribió al mundo religioso y llaman a misa, tocan a festejo o doblan por los fallecidos. Porque todavía hoy, en muchos lugares del mundo, las campanas despiertan a los dormidos, convocan a los vivos y lloran a los muertos.
Algunos países tocaron sus campanas para solemnizar grandes momentos históricos como la entrada victoriosa de un guerrero y sus tropas o la firma de la primera constitución.
Muchos dicen que no hacen sino replicar el toque de trompetas celestial.
Lo cierto es que cuando doblan las campanas, nuestro corazón se conmueve o de agitación o de recogimiento.
La que hoy repicaremos es la típica campana asiática, que no tiene badajo interior sino que se tañe desde fuera por medio de un martinete de madera.
La original de la que ésta es la réplica exacta fue creada en Japón en 1950. El gobierno, para entonces, pedía a los ciudadanos que donen objetos de metal para la guerra. Pero, Chiyoji Nakagawa la forjó con monedas de 26 países para el templo “Taihei” que estaba en la tumba de su familia, y la llamó “La campana Banzai para la paz absoluta”.
En 1951, cuando él asistía a la 6ta Asamblea General de las Naciones Unidas, propuso que se entregaran monedas del deseo de paz (igual que lanzamos las monedas con un deseo en la Fontana de Trevi, por ejemplo) para ser fundidas en una campana que incorporara en su mismo material esos anhelos. El Secretario General propuso que se la entregara públicamente en 1954 con ocasión de la inauguración de la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York. 60 países enviaron sus monedas; desde Hiroshima y Nagasaki se entregó tierra para el sitio de su instalación y los habitantes de Uwajima cooperaron en su producción. Así fue como nació La Campana de la Paz, conteniendo el deseo fusionado en miles de monedas fundidas.
La nuestra, tiene monedas de 103 países, pero mantiene la misma forma de la de Japón y también incluye material de Hiroshima y Nagasaki. Ahí están los símbolos originales de “mundo”, “absoluto” y “paz Banzai”.
Decía el Secretario General de las Naciones Unidas, cuando se cumplían 50 años de la campana: “Hoy, oímos el tañer de la campana como un consuelo mientras contemplamos las tribulaciones del año pasado y como una fuente de fuerza mientras nos preparamos para los desafíos que vienen”
Dicen los budistas que los sonidos de la campana crean sentimientos de paz en los corazones humanos.
Y Gandhi nos aclaraba que No hay caminos para la paz, sino que La Paz Es El Camino. Jesucristo decía “Dichoso el que trabaja por la paz porque será llamado hijo de Dios”.
La paz requiere de mayor comprensión entre los pueblos del mundo. Porque no puede haber paz donde haya hambre, ignorancia, pobreza o enfermedad. No podemos construir paz si no hay solidaridad, si no hay tolerancia a las diferencias religiosas, étnicas, culturales y políticas.
Con cada repique de esta campana pensemos cada uno de nosotros cómo puedo contribuir a la paz del mundo pero también, a la paz de mi país, de mi ciudad, de mi barrio, de mi familia y de mí mismo.
Que el deseo de paz pero, sobre todo, el propósito de paz, se oiga cada vez más fuerte en todos los rincones del Ecuador y del mundo».