DISCURSO DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE EN LA CEREMONIA DE RENDICIÓN DE CUENTAS DE LA CORTE NACIONAL DE JUSTICIA

Quito, 9 de febrero de 2010

«Quiero agradecer sobremanera a José Vicente Troya Jaramillo, Presidente de la Corte Nacional de Justicia, la invitación a asistir hoy día a tan interesante Rendición de Cuentas.  Mi agradecimiento no sólo es por darme la oportunidad de escuchar un importante informe, sino porque, preparando esta breve intervención, me adentré en una de mis pasiones que es la de la mitología.

Cuando conocí ese buen slogan de la Corte Nacional de Justicia “Justicia que se ve”, recordé inmediatamente la célebre imagen que el mundo occidental tiene de la Justicia: una dama, vendada los ojos, que sostiene en una mano una balanza y en la otra una espada.

Algunos de ustedes dirán que es la escultura que representa a Astrea, encargada por los dioses de manejar la justicia entre hombres.  Pero “ella vivió en la Tierra haciendo justicia y se le imaginó como una virgen con una balanza en una mano y un manojo de espigas en la otra, sin venda alguna en los ojos y mucho menos armada con espada.”

Otros dirán que es la escultura de Diké, hija de Zeus y Temis, cuyo equivalente en la mitología romana es Lustitia (lusticia). Diké o Dice, “vigilaba actos de los hombres y se acercaba al trono de Zeus con lamentos cada vez que un juez violaba la justicia. Era la enemiga de todas las falsedades, y la protectora de la sabia administración de la justicia, y Hesiquia, esto es, la tranquilidad de espíritu, era su hija.

En las tragedias, Dice aparece como una divinidad que castiga severamente toda injusticia, vela por el mantenimiento de la justicia y penetra en los corazones de los injustos con la espada.”

Como verán, ambos conceptos son correctos. Hemos heredado un serio problema de interpretación (¿será porque la Justicia siempre se representó como femenina y por ello es una escultura enigmática e incomprensible?) pero yo prefiero aquello de que era una virgen impoluta, que no tenía espada sino espigas que sembrar, y coincido con nuestra nueva Corte en que debe verse, sin vendas, la realidad a cambiarse.

Porque eso es lo que queremos de una buena administración de Justicia. La Biblia vaticina que  habrá un día en que “el desierto se convertirá en campo fértil y el campo fértil será como un bosque. Habitará el juicio en el desierto y en el campo fértil morará la justicia. El efecto de la justicia será la paz y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre.”

Eso es lo que esperamos de nuestros jueces: paz para gozar del reposo merecido con una seguridad duradera.

Coincido en lo que plantea el nuevo logotipo: equilibrio, transparencia y una nueva imagen. Imagen que está logrando el “acercar la justicia hacia el ciudadano” como dice el informe.

Por otro lado, aplaudo la sencilla y sabia explicación de que la Justicia es atender eficientemente, honestamente y amablemente a través de la nueva política de puertas abiertas que ha asumido nuestra Corte.

Tal como lo planteó en su momento la revolución liberal, los anhelos ciudadanos se reflejan en la Constitución aprobada en Montecristi, la tierra natal de Eloy Alfaro, en la que se establecen normas mandatorias para la función judicial en cuanto a la agilidad con que debe actuar, a la selección de los jueces, la consideración a los derechos humanos, pero además contempla una visión de respeto a la cosmovisión de las comunidades indígenas.

La justicia en el Ecuador ha sido un reflejo de los procesos cíclicos que ha vivido la nación en su historia. Este es un momento de revolución, de cambios profundos por el bien común. Que nuestra Corte Nacional de Justicia tenga la mirada en un futuro promisorio, la balanza en una mano, y las fecundas semillas de la paz y la libertad en la otra.

Señoras, señores»