Discurso condecoración en el Grado de Gran Cruz

El tema de la integración es no sólo apasionante sino difícil de abarcar, pero –más allá de las definiciones o de los diagnósticos- es una necesidad de todos nosotros, porque las fronteras son líneas imaginarias que, más que separar, han desmembrado una identidad compartida.

Los arqueólogos saben bien que fuimos lo mismo. Si recorremos desde Colombia, a Ecuador, por Perú hasta Bolivia, las tradiciones se van traslapando, como escamas de pescado que van hilvanando similitudes. Compartimos el quichua y el poncho, el maíz y la zampoña, la marimba y los nevados. Y aunque para unos sea la Sierra y para otros la Puna, nos sabemos hermanos de una misma sangre con orígenes que se pierden en un tiempo compartido.

No hay habitante de los Andes que no haya celebrado en la década de los 60 del siglo pasado, el nacimiento del Acuerdo de Cartagena, luego Comunidad Andina, así como de este Parlamento. Nos sabemos iguales y no nos queremos separados.

Hace poco conversaba con un estudioso del tema de la integración y comprobamos que nuestros pueblos siempre se integraron. De una manera casi mágica, intercambian costumbres en las fronteras para luego irradiarlas hacia la vida diaria en sus respectivos países.

Eso es particularmente visible en las artesanías: he visto pantalones otavaleños venderse como artesanía local en Cartagena; en el sur de Quito, no hay casa que no tenga su Ekeko adornando la sala o el comedor, ni grupo folklórico que no haya incorporado el sikus en sus canciones. Y es por demás notoria en nuestra cultura popular: ¿quién de nosotros –aquí presentes- no ama el ballenato y la saya, o no ha hecho suyo un valsecito o un pasillo para las serenatas a la amada?

Y coincidíamos con este amigo en que la integración ha existido, y existe, a pesar de los gobiernos (que no siempre quisieron integrarse de una manera real y por eso impusieron visas, permisos de entrada, aranceles, etc).

No me gusta ninguna definición de integración. Creo que es porque la llevamos tan dentro que ninguna frase expresa el cálido sentimiento que provoca.

Porque si la integración regional nos es necesaria y amable, cuánto no lo será la integración plena en cada medio y entorno que nos toca vivir.

Con enorme generosidad, el Parlamento Andino anota que el día de hoy se me confiere esta condecoración “en consideración a una labor social a favor de los derechos de las personas con discapacidad determinadas en diferentes acciones y en el desarrollo de políticas, las cuales constituyen un referente en la reivindicación y protección para este sector tan vulnerable de la sociedad, no solo en su país natal Ecuador si no en los demás países del área Andina”.

Esas acciones y políticas tienen un único denominador común que es un modo de vida basado en la solidaridad con el otro, con el diferente y que nos lleva a asumir una actitud de inclusión, una cultura de integración.

Para quienes estamos inmersos en las políticas hacia las discapacidades, el término Integración tiene hondo significado.

Permítanme ampliar este tema:

Hasta hace poco, cuando se hablaba de la necesidad de incorporar a las personas con discapacidad en la nómina de las empresas, se mencionaba el tema de la Inserción Laboral.

Y el término no era incorrecto. Expresa exactamente lo que quería decir: a la persona con discapacidad se la incrustaba en un medio, sin más acción que la de ponerla a trabajar ahí.

Entonces nació la corriente de la Inclusión Laboral que abarcaba procesos de inducción y acompañamiento a la persona con discapacidad para que su permanencia fuera fluida y amable.

Ahora hablamos de la Integración de la persona con discapacidad.

Ustedes lo van a entender mejor que nadie: pretendemos que la persona con discapacidad se sienta partícipe de un entorno, aceptada por todos como miembro activo de una comunidad.

Al igual que con la integración andina, una sociedad integradora es aquella que mira más hacia las similitudes que hacia las diferencias. Entonces descubre que hay una diversidad hermosa que enriquece nuestra cotidianidad y nuestra calidad de vida.

Porque, mis queridos amigos, la discapacidad no es incapacidad, sino diversidad.

Esta otra manera de ver las diferencias es lo que cobijó los distintos proyectos que hemos llevado a cabo desde la Vicepresidencia de la República de Ecuador. Hemos ido desde la localización georreferenciada de las personas con discapacidad, hasta su atención y rehabilitación, sin dejar de lado la prevención, la integración y la restitución de sus derechos.

Y aunque hemos hecho y logrado bastante, aún falta mucho por recorrer. Pero ningún éxito habría sido posible sin la participación activa, decidida y solidaria de todos los habitantes de mi país.

Me atrevo a decir que no hay familia en Ecuador que no haya participado y colaborado con alguno de los proyectos que hemos emprendido. La Solidaridad mostrada por cada habitante de mi país no sólo nos llena de emoción sino que nos compromete para seguir no sólo dentro de nuestro territorio, sino en toda la Patria Grande que es el continente.

Por ello, permítanme recibir esta Medalla de la Integración en la Orden de Gran Cruz, a nombre de los 14 millones de ecuatorianos que han apoyado nuestras propuestas, con el compromiso de compartirlas con todos los países hermanos, primero los andinos, y luego los de otras cordilleras y latitudes.

Porque la Integración también es constatar que, si tenemos problemas similares, es muy probable que las soluciones también lo sean. Y es una obligación, entre hermanos, compartir lo aprendido para ir mejorando en el camino.

Machado decía que al andar se hace camino. Me atrevo a decirles que al compartir se hace el futuro y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca querremos repetir.

Acaso podamos decir entre todos, que la integración es conjugar en plural un futuro perfecto, construido por las experiencias que debemos compartir.

Gracias. Espero ser merecedor de una medalla de la integración. Queda con ustedes mi compromiso de velar porque nuestras patrias nunca busquen por separado caminos que otros ya conocieron.

Amigas, amigos.