DISCURSO DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE EN CEREMONIA DE REPIQUE DE LA CAMPANA DE LA PAZ

Quito, 26 de febrero de 2011Todavía no hemos alcanzado a definir qué entendemos por Paz, porque la frase de Gandhi sigue siendo insuperable y vigente: “No hay caminos para la paz. La paz es el camino”Me he venido preguntando cómo construir ese camino, cómo ser pacíficos y pacificadores.Cuando Oscar Arias recibió el Premio Nobel de la Paz en 1987, hizo esta declaración con la que concuerdo plenamente:

“La paz… no es producto de una victoria o de un mandato. No tiene línea final, ni plazo, ni conclusión definida. La paz es un proceso sin fin, el resultado de muchas decisiones tomadas por mucha gente en muchos países. Es una actitud, una forma de vida, una manera de resolver problemas y de solucionar conflictos… requiere que la trabajemos y la vivamos juntos”.

Esa incitación a asumir la paz como un tema de muchos, como una actitud de todos, es la que más reconforta y edifica.

Ya en el siglo XXI, no podemos soslayar el hecho de que somos parte de un todo, de un planeta que nos acoge y cobija en toda su extensión.

Si alguna vez dijimos con Terencio que “nada humano me es ajeno”, hoy tenemos que proclamar que “nada humano me es lejano”.

En primer término porque estamos unidos por los avances tecnológicos, y presenciamos, en tiempo real, lo que sucede en la antípoda. Que nunca nos insensibilicemos ante la desgracia ajena porque la vemos a diario, sino todo lo contrario: condolernos del otro porque la tecnología nos demuestra que está menos lejano que nunca. Ese es un camino de paz.

En segundo lugar, porque recién comprendemos cómo impacta un evento cualquiera –antes alejado y desconocido- en nuestro clima, por ejemplo, y en nuestra misma sobrevivencia. Ese es el caso de cuidar la capa de ozono o de preservar el agua o de no talar los bosques. Ahí también hay un camino de paz.

Un  tercer tema radica en el hecho de que somos parte de los otros que también son parte mía.  Por el solo hecho de intercambiar átomos en nuestra respiración, desde que yo empecé a hablar ante ustedes, hasta este segundo, ya todos tenemos un poco de los demás en cada uno de nosotros. Entender que el otro soy yo, he ahí un camino de paz.

¿Cómo podemos, entonces, desarrollar tanta violencia? ¿Cómo no horrorizarse ante la capacidad humana de autodestruirse? ¿Cómo no condenar la invención cada vez más refinada de armas destructoras?

En eso también se han anulado las distancias: antes la destrucción dependía del trayecto que separaba la flecha del arco; ahora la lejanía se mide en los milímetros que le toma a un botón aplastarse por completo.

Acaso lo único que pudo haber sido considerado como lejano es el tiempo. Pero tampoco eso es justo ni cierto.

Celebro que, cada año, Japón nos invite a dar campanadas de recordación por la masacre de Hiroshima. El tiempo no debe medirse por la distancia de la memoria con el hecho transcurrido.

Debemos aprender de la historia y recordarla, porque –si no lo hacemos- volveremos a repetir los mismos errores.

Por ello, amigas y amigos, una vez más les invito a repensar la Paz como un estilo de vida, como una actitud cotidiana, como una decisión que llegue algún día a transformarse en instinto o en reflejo.

Aquí, al pie de esta campana, quiero recordar a Martin Luther King cuando también recibía el Nobel de la Paz, en 1964:

“Todas las vidas están interrelacionadas y todos los hombres son interdependientes. La agonía de los pobres disminuye a los ricos y su salvación los engrandece. Inevitablemente, somos los guardianes de nuestros hermanos debido a la estructura interrelacionada de la realidad. John Donne interpretó en términos gráficos esta verdad al afirmar:

“Ningún hombre es una isla

que vive de sus propias fuerzas;

ningún ego es un continente,

ni un planeta autosuficiente;

Habitante de la tierra, la muerte

de toda criatura te disminuye.

Por eso, cuando alguien muere, no preguntes

por quién doblan las campanas de la extinción.

Doblan por ti.”

Me aventuro a creer que el Reverendo Luther King habría querido finalizar repitiendo con el apóstol Pablo: “…en cuanto dependa de vosotros, estado en paz con todos los hombres”

Amigos, amigas