DISCURSO PARA EVENTO DE CENTRO INFANTIL “APRENDIENDO A VIVIR” DE LA FUNDACIÓN “REINA DE QUITO”

Quito, 23 de junio

«Gracias por haberme invitado a presenciar este momento tan significativo. Mientras veía a los niños, a sus maestras y a las queridas reinas de la ciudad, pensaba que el nombre de “Aprendiendo a vivir”, para un Centro Infantil destinado a niños Down, no sólo es acertado sino que tiene una doble significación.

Es evidente que estos niños de escasos recursos están aprendiendo a vivir en una sociedad que tendrá que ser incluyente. Pero es también obvio que los demás, aquellos que no tenemos síndrome de Down, sus maestras, sus padres, las reinas y todos quienes hacen este centro, también estamos aprendiendo a vivir.

Aprendemos mucho de las personas Down: su capacidad de concentración, la ausencia total de malicia y maldad, su inmensa entrega de amor…

Cada vez que ayudamos a una persona con discapacidad, o con cualquier otra necesidad de atención, aprendemos que existe en nosotros el sentimiento más bello que un ser humano pueda tener: el de la Solidaridad.

No obstante, si bien la Solidaridad es un sentimiento, cuando la ejercemos a diario se nos transforma en un estilo de vida. Es cuando realmente aprendemos a vivir, como lo plantea este Centro Infantil.

He sostenido reiteradamente que la discapacidad no es incapacidad sino diversidad. Hemos demostrado que, cuando reconocemos y amamos esa diversidad, crece el país, crece la productividad, crece la sociedad pero -sobre todo- crecemos nosotros.

Descubrimos que hay otras realidades que nosotros no habríamos podido enfrentar: el no vidente que tiene que transportarse en el tráfago de una calle agresiva, el sordo que debe asistir a clases magistrales con maestros que no hablan su lenguaje, aquel que tiene parálisis cerebral y necesita comunicar sus ideas ante impacientes interlocutores… y entonces agradecemos lo que Dios nos ha dado y valoramos lo que tenemos.

Sé que este Centro Infantil está preparando a todos estos niños para que se inserten en la educación regular. Han aprendido a vivir; pero más aprenderán sus futuros compañeros de aula. He hablado con muchos alumnos y he visto que es ante un niño especial que los otros niños y los profesores empiezan a crecer. Toman conciencia de su propia realidad y de la capacidad que tienen de ayudar a los demás.

Jesús decía que más vale dar que recibir. ¡Extraña lógica la de Dios! ¿Cómo es que tiene más valor desprenderme de algo, que obtener lo que deseo? ¿A quién se le ocurre que más voy a lograr dando que recibiendo?
Ustedes, queridas reinas, tienen las respuestas. Y en ustedes es más loable aún porque pudieron haberse quedado con la satisfacción de la corona de la belleza. Sin embargo, la Fundación Reina de Quito supo, desde hace mucho, que la verdadera belleza está en el corazón solidario que prefiere dar antes que recibir.

Porque Dios a veces es despistado. Sucede a menudo que cuando pedimos algo para otros, termina dándonos a nosotros mismos.

No me extrañaría que todas estas reinas, y las maestras del Centro, tengan muchas bendiciones a diario. Que obtengan la cristalización de sus anhelos frecuentemente. Y que escuchen muchos más piropos que antes. Porque están más bellas que nunca, pues “un corazón alegre hermosea el rostro”.

Por ello, si bien debo felicitar a estos niños en su graduación, tengo que decirles a todas ustedes que no puedo felicitarles. No merecen tan poco.

Quiero agradecerles. Agradecerles a nombre del país, a nombre de todas aquellas familias que nunca hubieran podido dar a sus hijos Down la educación que merecían. Quiero decirles que cuenten con todo nuestro apoyo.

Pero sé que para ustedes ni la felicitación de una autoridad es tan bella como la satisfacción de una sonrisa agradecida. Por favor, continúen con esta hermosa y justa tarea. Sigan siendo ejemplo para las mujeres bellas del Ecuador».