“SHONGUITO”, LA HISTORIA QUE LOS BRIGADISTAS DE LA MISIÓN SOLIDARIA “MANUELA ESPEJO” VIVIERON EN LA SELVA AMAZÓNICA

Baños de Agua Santa, 18 de mayo de 2009.- Los brigadistas de la Misión Solidaria “Manuela Espejo”, que lleva adelante la Vicepresidencia de la República, llegan a las estribaciones orientales de la reserva del parque nacional Sangay-Llanganatis, para conocer el caso de Luis Shongo, un indígena con discapacidad, que vive solo en medio de la selva.

Para alcanzar esta humilde morada, los brigadistas caminan varias horas por un sendero agreste y húmedo de la espesa vegetación amazónica, atravesando despeñaderos, bordeando el río Zuñag, varios kilómetros al norte de la población de El Topo, en el sector de Río Negro, en el cantón Baños, provincia de Tungurahua. 

Con un GPS en la cintura, que le sirve para ubicar georreferencialmente los diferentes casos, un militar guía la expedición por el sinuoso sendero que parecería conocer de memoria. Lleva sobre sus espaldas la estructura metálica de una cama, mientras los brigadistas se turnan en el traslado de los demás componentes de la ayuda  destinada a Luis Shongo. 

Llegar al final de la colina no ha sido fácil, “Shonguito”, como lo conoce la comunidad, recibe a los brigadistas con una sonrisa que se convierte en la mejor de las recompensas. Una rústica cabaña de madera, abandonada hace algún tiempo, cubierta por un techo de zinc y levantada sobre pilotes del suelo,  es la morada que lo protege de las inclemencias del temporal.

Mira con sorpresa a los visitantes, y enseguida ofrece billetes de papel, pintados, diseñados por él mismo, con acuarelas, esferográficos y marcadores de colores obsequiados por los miembros del parque, y les dice que son necesarios para comercializar cosas que su mente recrea ese momento.

Luis Shongo, el pintor de esta selva, padece una esquizofrenia paranoide, producida por un suceso traumático, que lo lleva a confundir la realidad, nos dice la psicopedagoga o defectóloga cubana Urquenia Cedeño, brigadista integrante del quinteto que identificó este caso.

En este diagnóstico coincide su compatriota, el genetista Carlos Luis Otaño, integrante del equipo, quien cree además en la posibilidad de que Shongo pudiera haber heredado genéticamente la enfermedad mental, agravada por un suceso traumático. Este hecho es revelado por el teniente político de Baños, Manuel Chauvín, quien refiere que “Shonguito” perdió a su esposa e hijos, luego de una avalancha producida mientras pescaban.

El médico Fabián Yépez, del centro médico de Baños, procede a evaluar a “Shonguito”, que permanece sentado en el piso de madera, junto a sus pinturas, papeles y un racimo de plátanos con los que sobrevive, pero sigue inquieto: quiere incorporarse para preparar una limonada con que los visitantes puedan aplacar la sed, producto del calor y el sol de media tarde.

Pese a su trastorno, este hombre de 55 años, tiene un hálito de cordura que le permite atenderse en lo mínimo: bañarse en el río, vestirse, encender fuego para calentar el agua, tomar los alimentos de las plantaciones cercanas.

Los brigadistas de “Manuela Espejo”, luego de conversar por un largo tiempo, consiguen que “Shonguito” acepte cambiar su camastro por una cama y colchón nuevos. El médico ecuatoriano va más allá y logra inyectarle un analgésico para aliviar la dolencia en una de sus piernas.

Cuando los casos son muy críticos, afirma Yépez, se informa al centro de salud más cercano para que intervenga lo más pronto posible, sin embargo, muchos casos permanecen aislados, a la espera de un milagro. 

El caso de Luis Shongo sorprende a todos los brigadistas por las condiciones en que vive: varios kilómetros adentro de la selva, sin alimentos, apenas con una manta y sin los cuidados de alguien que le pueda administrar pastillas u otras medicinas. “Este es un caso crítico en realidad”, admite el galeno Yépez, “requiere la ayuda de la comunidad”.

Quizás, por sus condiciones de vida, Luis Shongo padezca de anemia, murmuran los médicos. Por el momento, la Misión Solidaria Manuela Espejo le entrega toda la ayuda con la que cuenta en esos momentos, pero pronto volverá por “Shonguito”, para incluirlo en un programa de atención integral que involucre a la comunidad, tal como lo ha pedido del Vicepresidente de la República, para todas las personas con algún grado de discapacidad, en el páramo o en la selva.

De regreso a la ciudad, con la grata conciencia del deber cumplido, los brigadistas recuerdan la expresión de alegría de “Shonguito”. Su rostro encendido al recostarse encima de la cama nueva que, en un gesto de cortesía de su espíritu generoso, quiso pagar con billetes imaginarios. Saben que una cama con colchón y cobijas, puede ser vista como carencia mínima para quien la tiene o la ha tenido toda su vida; sin embargo, para miles de ecuatorianos que viven en comunidades distantes, acostumbrados a dormir sobre pisos de tierra o de madera, es un lujo.

En sus rostros se refleja una gran satisfacción: valió el esfuerzo de caminar sobre las piedras, el lodo y el agua, a sabiendas de que un resbalón les llevaría ladera abajo o al río. No importó el sin número de paradas en el estrecho camino, para beber agua y descansar del intenso calor amazónico.

Todos los días, con lluvia o con sol, los caminos lodosos o polvorientos del Ecuador profundo, son los senderos por los cuales los brigadistas de la Misión “Manuela Espejo” transitan, para estudiar y registrar los distintos casos de discapacidad.

Es un privilegio observar de cerca esta lucha por los otros, comprobar cómo se estudian las discapacidades, por primera vez en la historia del Ecuador; ver la alegría de los olvidados cuando reciben los bastones, sillas de ruedas, andadores; camas metálicas, colchones u otros enseres que los brigadistas llevan a cuestas, sin otra motivación mayor que una auténtica solidaridad.


 

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